Humanos.

Creamos castigos. Tenemos reformatorios y cárceles, pero siempre nos justificamos con el lema ese de que “errar es de humanos”. 

Humanos condenados a media vida entre rejas por abusar de niños. Infancias marcadas por la sublevación del deseo al que solo se le condena a estar vagando casi el resto de su vida por un centro en el que la libertad existe aunque la quieran cegar.

Inocentes con negras bandas que les perseguirán el resto de sus vidas porque solo habían pisado la línea de inicio, en su camino hacia la meta podrán levantar polvo pero jamás borrar sus huellas. A él solo le quedará reflexionar en la cárcel, esa en la que podrá sumirse en su humanidad pero que jamás será absuelto hasta que sea perdonado y por Dios, sino por aquellos mártires.

Hoy un ex profesor ha sido condenado a 45 años y 9 meses por abusar de nueve menores durante cinco años. Con una indemnización ridícula para los afectados que tuvieron que soportar un lustro de abusos por parte de un señor que irá a pudrirse en una cárcel, reposando su conciencia y que se entretendría con el recuerdo humeante de esos nueve marcados a fuego.

Mujeres muertas a diario en un país en el que lo importante es estar al día en política, esa dónde sus dirigentes olvidan que se entierra a mujeres por amar y rechazar. Ahora se nos juzga por apoyar las injusticias, por ir en contra de violaciones múltiples a una chica que sólo paseaba sola por una calle. Se nos recrimina que nuestras tetas salgan demasiado en manifestaciones como las de Argentina, en las que ya ni topless se puede hacer en la playa. Objetualizando a un ser humano, tan digno y tan vejado.

Hoy una mujer ha sido asesinada por su ex pareja, ese que tenía una orden de alejamiento. Una burda y cómica orden que ha sido muy efectiva para mantenerla a salvo. Ahora viene la pena, la pena de una familia rota en la que un alma ha desaparecido, unos padres que se quedan sin hija, hermanos, amigos, que se quedan sin ella solo porque decidió dejar de amar y se siguió la ley de la propiedad, esa que cita “Si no eres mía, no eres de nadie”.

Porque su asesino seguirá vivo, recorriendo pasillos, disfrutando de su soledad. Tanto la quería que acabó con lo que quedaba de ella.

Otro caso de bullying adornará los telediarios mañana, quizás diciendo que un grupo de adolescentes humillaba e incluso apalizaba a otro por no encajar en su puzzle hormonal, siendo la pieza maltratada y que ha decidido dejar una nota en el salón y quitarse la vida para, por fin, vivir en paz.

El 13 de Enero, en una localidad de Murcia,  Lucía, una niña de 13 años decide suicidarse en su habitación al colgarse de una litera. Se la encuentra su madre, una madre que tuvo que imponerse en un centro nefasto el cual Lucía había abandonado meses atrás por agresiones e insultos por parte de sus compañeros como “gorda” o “das asco”.

 Otra víctima más de palabras, simples y llanas palabras que se estancan en lo más hondo de nuestro ser y que terminaron por alcanzar a Lucía y obligándola a despedirse tres semanas antes, “Si queréis verme tendréis que ir a mi tumba”.

Hombres y mujeres, niños y niñas que todavía tienen miedo a expresar su condición sexual con total libertad por miedo a ser increpados y rechazados socialmente, porque todavía los cavernícolas se apoderan de la opinión y no creen que el amor exista más allá de sus fronteras heteroibericas, donde el machote se ciñe en mallas y ya cree que el mosquito de la homosexualidad se alimenta de su sangre. 

Antes de ayer, un chico homosexual tiene que aguantar al compañero toca pelotas de turno que aparte de meterse con él, le pide una felación a cambio de dinero. El centro pasa del tema. ¡Qué raro!

También está el tema del racismo en nuestro país, y lo que más impresiona es que todavía germina en los jóvenes, un pensamiento que no es aprendido, sino enseñado. Cada día, en España, personas son discriminadas por el simple hecho de que su piel sea más oscura. Solamente por ello. 

Hace unos días, un árbitro colombiano que hacía las dotes de éste en un partido de juveniles fue agredido por los jugadores durante diez minutos (el tiempo que tardó en personarse la policía). Patadas, puñetazos y golpes que terminaron con hematomas en todo el cuerpo, seis puntos en el labio y una frase que marcó el partido “Sudaca de mierda, vuelve a cantar rancheras de mierda a tu país ”.

Éstos hechos solo han pasado hace días. En 2017 todavía en España vive gente que ejerce sin miedo la pederastia, la violencia de género y violencia doméstica, el bullying, la homofobia y el racismo. Que posee libertad para escudarse tras la ley que impone penas ridículas a Duques mangantes, políticos corruptos y enchufados ladrones que solo han dejado a un pueblo harto, quemado y rascándose los bolsillos porque han acabado con las ganas de luchar a una mayoría que cada vez se cree más las mentiras reputadas en un congreso donde perros viejos se siguen llenando los maletines y jactándose de que su posición la ha elegido un pueblo que acepta todo lo anterior. 

Pero eso es lo que nos queda, aguantar recortes, aguantar una ley electoral del siglo pasado, aguantar que prefieran que muramos desangradas en un sótano de mala muerte a admitir que tenemos derecho a decidir, aguantar que cada día salga uno nuevo robando lo viejo, aguantar que la libertad se de a cuenta gotas, aguantar que no podamos protestar, aguantar que la censura se imponga hasta en las redes sociales y aguantar que nuestros hijos conozcan que aquel que murió prohibiendo hace más de 40 años ahora esté más presente que nunca. 

Pero no os preocupéis, estamos todos perdonados, total, todos somos humanos.

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